En la Asamblea Internacionalista de Valladolid tenemos claro que la OTAN es una criminal maquinaria de matar, subyugar y mentir. Creada por la anglosfera para, según su primer secretario general Hastings Ismay “mantener a los rusos lejos, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo”, la OTAN fue durante la Guerra Fría un mecanismo antisubversivo para frenar la influencia del comunismo soviético en Europa occidental y de paso que ésta no estrechara lazos con Rusia. Para ello la Alianza Atlántica no dudó en usar a antiguos criminales nazis, golpes de estado e incluso el terrorismo. Ahí está la Operación Gladio para demostrarlo. Más tarde, tras la disolución de la URSS, la OTAN, lejos de desaparecer, se reconvirtió en ariete del expansionismo angloamericano en la Europa del este, bombardeando y troceando la Federación Yugoslava, cuya economía fue previamente saboteada por el FMI. En dicha intervención (78 días de bombardeos ininterrumpidos) se llegó a usar uranio empobrecido y bombas de fragmentación (ambos prohibidos por las convenciones de la guerra) contra hospitales y puentes repletos de civiles. Poco después, le llegó el turno a uno de los países más prósperos de África, la Libia de Gadafi, país en el que los bombardeos otánicos apoyaron la acción criminal de grupos de cortacabezas yihadistas, que en recientes palabras de Juan Manuel de Prada (autor nada sospechoso de ser de izquierdas) no son más que “la OTAN con chilaba”. Finalmente, todo esto es envuelto en una retórica humanitaria y comprado sin cambiar una coma por los grandes medios corporativos occidentales mientras los medios no occidentales y/o críticos con el imperialismo son acosados o directamente cerrados, como es el caso de RT y Sputnik. He aquí la tan cacareada libertad de expresión de nuestras democracias.
Pero el panorama no sería tan sombrío sin la ayuda de una izquierda que ha renunciado a uno de sus principios fundamentales: el antiiperialismo. En efecto, tras la desaparición de la URSS, la izquierda se ha abandonado a una falsa equidistancia que algunos han denominado “ninismo”. Así, a finales de los 90, cuando la OTAN masacraba Serbia, buena parte de la izquierda se dedicaba a procesionar detrás del eslogan “Ni OTAN ni Milosevic”, equiparando a los imperialistas con sus víctimas. Y es que la palabra “imperialista” por aquel entonces ya estaba proscrita y de protestar “contra la guerra imperialista” se pasó a corear un inocuo “no a la guerra”. No había que ser muy avispado para vaticinar que si la izquierda no frenaba al imperialismo en Yugoslavia el próximo movimiento de la OTAN sería llegar a las puertas de Rusia. Y eso fue lo que ocurrió en 2014, con el golpe de estado del Euromaidán en Ucrania, alentado por la OTAN y el occidente colectivo. Entonces la izquierda “nini” celebró la falsa revolución en Kiev como “un triunfo de la democracia”. Tampoco había que ser adivino para prever lo que iba a ocurrir: la población rusoparlante del Donbass, que había votado a Yanukovic, no se iba a quedar de brazos cruzados tras el derrocamiento del legítimo presidente de Ucrania, se iba a levantar y todo acabaría en una sangrienta guerra civil. Y no solo eso, sino que pedirían ayuda a Rusia y ya tendríamos todos los ingredientes para una guerra nuclear de la OTAN contra la Federación Rusa. Y así fue: en febrero de 2022, Rusia, tras intentar buscar la paz con los acuerdos de Minsk I y II, interviene militarmente en Ucrania para apoyar a la población que rechazó lo que salió del golpe de estado de 2014. Y fue entonces cuando la izquierda “equidistante” desempolvó el cartel del “No a la guerra”, que había estado guardado durante 8 años mientras se masacraba el Donbass, tildó a Rusia de “imperialista” (esa palabra que se negaba a aplicar a la OTAN) y se puso a aplaudir al “resistente” gobierno neonazi de Kiev. En esto, al parecer, consistía la “equidistancia”. Por otra parte, es curioso que esta izquierda de postín vea un genocidio en Gaza pero no en Donbass… ¿Dejarían de apoyar a la población palestina si ésta fuera ayudada por el ejército ruso? ¿Acaso no saben que el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas permite el ejercicio de la defensa propia contra una fuerza agresora? Tanto el Donbass como Palestina tienen el legítimo derecho a tomar las armas y a establecer alianzas con otros países para su defensa. Esto es lo que pensamos en la Asamblea Internacionalista de Valladolid desde donde propugnamos la autodenfensa basada en la lucha popular para vencer al imperialismo. Solo el pueblo salva al pueblo.
Sea como fuere, hoy podemos ajustar cuentas con la historia reciente de la mano de dos pesos pesados de la disidencia no controlada de este país: Javier Couso y Paco Arnau. Con ellos nos daremos cuenta de que sí existe el imperialismo, lo que no existe (aún) es la izquierda que lo pare.
No hay comentarios:
Publicar un comentario